
Duelo infancia robada madre narcisista
La niña que tuviste que dejar atrás: duelo por una infancia robada
Crecer con una madre narcisista significó para mí vivir en una paradoja constante. En apariencia todo parecía normal, incluso “bueno”, pero en el fondo había un vacío que lo impregnaba todo. Esa contradicción dejó una herida invisible que solo entendí con el tiempo, con terapia, cuando descubrí que lo que había perdido no era un juguete ni unos años, sino algo mucho más profundo: mi infancia por completo.
Empezar a transitar el duelo infancia robada madre narcisista fue como abrir una caja cerrada durante años, aceptar que no tuve lo que cualquier niño necesita: protección, ternura y seguridad. Este duelo es distinto a cualquier otro. No lloras la muerte de alguien, sino la ausencia de algo que nunca existió. La niña que fuiste quedó atrapada en un rol que no le correspondía: la cuidadora, la mediadora, la que aprendió a sobrevivir. Mirar hacia atrás duele, porque significa aceptar que no hubo refugio donde debería haberlo. Pero ponerle nombre, transitar este dolor, es necesario para empezar a tener una vida plena.
¿Qué es el duelo por una infancia robada con una madre narcisista?
Le di nombre por primera vez en terapia, cuando apareció ese concepto que me removió profundamente: el duelo por una infancia robada. Al principio me costaba aceptarlo incluso no justificarlo o minimizarlo porque no entendía cómo podía llorar algo que nunca había tenido. Pero esa es la paradoja: no lloras un recuerdo perdido, sino la ausencia de la infancia que necesitabas.
El duelo infancia robada madre narcisista no se parece al duelo por la muerte de un ser querido. Aquí no hay fotos que reconforten ni recuerdos cálidos a los que aferrarse. Cuando mi psicóloga me preguntó qué recuerdos felices tenía de mi infancia, me quedé en blanco. Sí, había momentos en los que recordaba estar bien, pero incluso en ellos estaba la presión constante de contentar a mi madre. Esa aparente felicidad siempre iba acompañada de miedo: si no hacía lo que esperaba, incluido aparentar que todo estaba bien, la armonía se rompía en segundos.
Lo que duele es reconocer que lo que debió existir —un hogar seguro, una madre protectora, un espacio donde ser una niña sin miedo— nunca estuvo ahí. Y esa ausencia, si no se nombra, se convierte en ansiedad, culpa o en la sensación de que “tú eres el problema”.
¿Por qué duele tanto reconocer que tu infancia fue arrebatada?

Aceptar que mi infancia había sido arrebatada fue uno de los pasos más dolorosos. Me imaginaba a mí de niña, sola e indefensa, y soñaba con poder abrazarla, sacarla de esa casa y decirle que todo estaría bien. La impotencia de no poder protegerme me hacía llorar durante horas.
Durante mucho tiempo me repetí que no había sido tan grave, que todos los niños tenían problemas, que al menos yo tenía techo y comida. Esa justificación era mi forma de no mirar de frente lo que realmente había pasado: que lo que más necesitaba —una madre que me cuidara y protegiera— nunca estuvo ahí.
El dolor aparece porque se rompe la fantasía con la que sobreviviste tantos años. De niños inventamos excusas para justificar a una madre narcisista: “tiene un carácter complicado”, “su trabajo es muy demandante y vuelve a casa estresada”, “yo tuve la culpa porque no hice exactamente lo que me pedía cada día”. Ese mecanismo nos protege en la infancia, pero en la adultez se convierte en una cárcel. Cuando dejas de justificar y ves el abuso con claridad, llega la tristeza, la rabia, la impotencia y el vacío.
A veces este duelo arrastra una culpa difícil de soltar. La sociedad nos enseña que una madre siempre quiere lo mejor para sus hijos, y esa idea nos ata a una lealtad invisible. Pero una madre, como cualquier ser humano, puede cometer errores graves o incluso dañar a propósito. Soltar la creencia de que las madres son perfectas solo por ese hecho es profundamente liberador.
Aceptar que tu infancia fue arrebatada duele porque te obliga a soltar la esperanza de que un día tu madre cambie y te dé el amor que merecías. Es un duelo doble: lloras lo que no tuviste y también la ilusión de que algún día lo tendrás. Ese reconocimiento es duro, pero también el inicio de tu libertad mental.
Etapas del duelo infancia robada madre narcisista
El proceso no es lineal ni igual para todos, pero en mi experiencia y la de muchas personas que han vivido lo mismo, se suelen atravesar varias etapas parecidas.
Negación: “Mi mente decía que todo estaba bien”
Pasé años convenciéndome de que mi madre tenía un carácter difícil, que teníamos una mala relación normal de madre e hija. Me decía a mí misma que exageraba, que seguro me lo merecía, que al fin y al cabo ella me daba techo, comida y estudios. Que ella quería lo mejor para mí. La negación es un mecanismo de defensa: sin ella, de niña, no hubiera sobrevivido. Pero como adulta se convierte en un muro que te impide ver la verdad.
Ira: “El enfado que no me dejaban sentir”
Cuando entendí lo que había pasado, apareció la rabia. Rabia hacia mi madre, hacia mi familia por ser conscientes y no hacer nada al respecto, hacia la sociedad y las instituciones que no hicieron nada aunque pedí ayuda pero también hacia mí misma por no haber escapado antes. Es normal sentir enfado, porque durante años se te negó el derecho a expresarlo. Darle espacio a esa ira, sin volcarla contra ti, es fundamental para avanzar.
Tristeza: “El vacío de lo que nunca tuve”

Llegó después la tristeza profunda, esa sensación de agujero interno. No era una depresión clínica, sino un duelo real: llorar lo que nunca tuve. Llorar la infancia perdida fue liberador, aunque doloroso. Un proceso a veces lento y autodestructivo. Permitir esa tristeza es dejar que tu cuerpo y tu mente procesen lo que antes estaba enterrado. Es necesario atravesar ese dolor.
Aceptación: “Dejar de esperar una infancia diferente”
La última etapa no es perdonar ni reconciliarse, sino aceptar la verdad: mi madre no va a cambiar, y mi infancia nunca va a ser distinta. Aceptar no significa justificar ni minimizar, sino soltar la esperanza de que algún día tendré lo que no recibí. En ese soltar, paradójicamente, encontré a alguien que sí podía cuidarme, quererme y sostenerme como yo necesitaba: a mí.
¿Cómo afrontar el duelo y la sanación tras una infancia robada?
La teoría ayuda, pero lo que realmente transforma es poner en práctica herramientas para sanar. Algunas que me ayudaron y que pueden ayudarte:
- Escribir cartas que nunca enviarás. Poner en palabras lo que nunca dijiste es un desahogo enorme. Si no sabes por donde empezar, escribe lo que estás viviendo en este momento, como te está afectando todo lo que viviste con ella en este momento de tu vida, cuéntale todo lo que estás descubriendo en tu proceso en terapia. Y recuerda que no se lo tienes que enviar, escribes para soltar.
- Rituales de despedida. Quema una carta, crea un momento simbólico para despedirte de esa infancia que no fue, viaja a aquellos lugares donde no fuiste feliz para despedirte de ese pasado que no quieres seguir arrastrando.
- Terapia especializada. En mi caso, el EMDR fue clave para trabajar recuerdos traumáticos y crear recursos para esos momentos en los que todo me sobrepasa.
- Contacto cero o limitado. No siempre es posible cortar toda relación, pero establecer límites claros es parte de la sanación que necesitas.
- Cuidar a tu niña interior. Háblate bonito, date hoy lo que entonces te faltó: cariño, paciencia, comprensión, experiencias, regalos. Convierte a tu yo adulta en la madre que esa niña sigue buscando tener.
La sanación tras una infancia robada no es rápida ni lineal. Habrá días de avances y otros de retrocesos. Lo importante es sostener el proceso con paciencia, recordando que el dolor que sientes ahora es la prueba de que estás rompiendo el silencio.
Preguntas frecuentes sobre el duelo infancia robada madre narcisista
¿Cuánto dura este duelo?
No hay tiempos fijos. Puede durar meses o años, y a veces vuelve en oleadas. Lo importante no es la rapidez, sino la profundidad con la que lo trabajes. Recuerda que el proceso no es lineal.
¿Por qué me siento culpable si no fue mi culpa?
Porque creciste en un entorno donde te enseñaron a asumir la responsabilidad de todo lo que ocurría. Si tu madre estaba enfadada, era “porque tú no te portabas bien”. Si se sentía mal, era “porque tú no la ayudabas lo suficiente”. Esa dinámica hacía que cualquier cosa negativa pareciera tu responsabilidad. Con el tiempo, esa culpa se quedó grabada en ti, aunque nunca fue tuya.
¿Es normal seguir soñando con mi madre aunque haya contacto cero?
Sí. El inconsciente procesa lo que viviste de muchas maneras. Soñar con ella no significa que quieras volver, sino que tu mente está integrando el trauma. Por supuesto, las pesadillas son muy normales y muy reveladoras de cara a tu proceso terapéutico si consigues mantener recordarlas.
¿Cómo sé si estoy avanzando?
Cuando empiezas a hablar de lo vivido sin quedarte bloqueada, cuando sientes menos culpa, cuando puedes llorar y luego seguir con tu día. Los pequeños cambios son señales de avance. Un día te darás cuenta de todo el camino recorrido y te sorprenderás. Es un proceso diario, se paciente.
La herencia que rompes: sanar para no repetir el daño
Sanar no solo es un acto de justicia contigo misma, también es romper una herencia tóxica. Al enfrentar el duelo infancia robada madre narcisista, evitas repetir patrones con tus hijos, pareja o contigo misma.
Esa niña que quedó atrapada merece ser rescatada por ti, hoy, en tu vida adulta. Cada paso que das hacia tu sanación es también un acto de reparación hacia ella. No puedes devolverle la infancia perdida, pero sí puedes darle la seguridad, el amor y el cuidado que necesitaba.
La libertad no está en olvidar, sino en dejar de vivir atrapada en lo que no tuviste. Ese es el verdadero cierre del duelo infancia robada madre narcisista: reconocer la herida, llorarla, y después empezar a escribir una historia distinta, tuya, libre y verdadera.
Este artículo está escrito desde la experiencia de una superviviente. No sustituye ayuda profesional. Si estás en peligro o necesitas apoyo, busca redes seguras.








Gracias por tu blog.
Tengo 57 años, solo 2 años de ponerle nombre a mi dolor, tengo una madre, una familia narcisista .
He estado en terapia muchos años pero ahora veo claro que necesito un terapeuta especializado en trastorno postraumatico.
Podrías recomendarme alguno.
Gracias por tu valioso testimonio
Hola Teresa, disculpa la tardanza en responder, recién veo el comentario. Me alegro que el artículo te haya servido para orientarte en tu proceso. No te puedo recomendar un psicólogo en específico, pero sí donde buscar uno especializado en lo que a mí me ayudo a sanar muchas cosas. Si estás en España, busca por tu comunidad autónoma los psicólogos disponibles que trabajen EMDR. Recomiendo que la terapia sea presencial ya que la contención física en algunas sesiones puede ser necesaria. Te dejo el enlace: https://www.emdr-es.org/Terapeutas
Un abrazo grande.